Hoy había planificado una ambiciosa expedición que consistía en la visita a 13 cachés en el entorno que forma el eje de la carretera M-505 / CL-505 desde Madrid hasta las inmediaciones de Ávila. La ruta contaba con todos los ingredientes que requería una jornada que, cuando la acabamos, pudo considerarse histórica, al no tener constancia de ningún jugador en el interior de la Península que haya visitado 15 cachés (16 en el caso de José “Hagall” y 11 en el caso de Pepe “ppcampillo”) en una sola jornada y sin tratarse de cachés urbanos.
Pero ya estoy adelantando cómo se desarrollarían los hechos, y de momento, me limitaré a comentar que entre los ingredientes a los que me refería justo antes cabe destacar: una meticulosa planificación antes de salir, mucha navegación a lo largo de los 250 km recorridos en coche, infinidad de pequeños y no tan pequeños recorridos a pie, que en su totalidad computaron 14,4 km y 600 m de desnivel acumulado, y como no podía ser de otra forma en estos casos, varias dosis de conducción off-road, en tramos muy diversos sin asfaltar, algunos más técnicos y otros más rápidos.
A nuestro encuentro habitual en las inmediaciones de mi domicilio se sumaba Pepe a las 8.30 h en Ciudad Universitaria. Tras la protocolaria presentación (pues ni José ni yo conocíamos personalmente a Pepe, aunque sí sabíamos de sus andanzas y actividades en este pequeño mundo del geocaching), nos pusimos rumbo al primer caché (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=520fe80b-ca8e-4ed5-9b2a-c77aa1b9eeea) , en las inmediaciones del PK 20 de la A-6 (GC17KR5).
De este caché se dice que tuvo un nacimiento complicado, pues quien aprueba la publicación web de los cachés en España no daba crédito a que un jugador, por experimentado que estuviese, hubiera colocado un caché en “toel” medio de la A-6, y es que a poco que se tenga desarrollada esa escasa facultad que es la imaginación, los resultados y planteamientos que se materializan en este juego llegan a ser sorprendentes.
Desgraciadamente, el secreto profesional me impide revelar los detalles de este caché, así como publicar fotos que pusieran de manifiesto su disposición. Tan sólo me atrevería a decir que, en un momento de insomnio durante la noche anterior y tras la revisión de mapas y ortofotos, me creí en disposición de saber dónde se podía ocultar el caché e “iluminar” de esta forma a mis compañeros. Sin embargo, aunque la iluminación era un punto clave de este caché, mis previsiones fueron sumamente desacertadas, aunque en cualquier caso, rápidamente me pude formar unas nuevas en cuanto llegamos al lugar del crimen.
Si en ese punto nos hubieran hablado de todos los trasiegos que nos tocaría llevar a cabo en lo que quedaba de día, tal vez nos hubiéramos dado la vuelta sin dudarlo y hubiésemos seguido durmiendo plácidamente, pero como la ignorancia suele ofrecernos la peculiaridad de hacernos perder el miedo, en cuanto registramos nuestra visita en este comprometido caché, que como ya digo, está justo en el medio de la A-6, seguimos adelante hacia Navalquejigo, en las inmediaciones de Galapagar.
Nuestro siguiente objetivo, GC154G9, también del mismo autor que el anterior (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=b43f9a11-73d8-4632-a0f4-3d95ac914462) se halla en el casco histórico de este núcleo de población que, aunque otrora disfrutó de las visitas de reyes, ahora no es sino un conjunto de casas abandonadas presididas por una bonita iglesia que aún se conserva en buen estado.
Navalquejigo cuenta con una iglesia-fortaleza del s. XIII. Dicen que Felipe II cambiaba de caballería en el viaje Madrid-El Escorial. Los primeros asentamientos datan del s. XII-XIII. En el s. XVI alcanza su esplendor, con 250 habitantes (el doble que El Escorial). A mediados del s. XVIII es término municipal independiente, aunque un siglo después pasa a depender de Galapagar, como anejo. A finales del s. XIX pertenece a El Escorial y finalmente, en 1930 se abandona. En los últimos años ha sido rehabitado por “okupas” hasta que hace poco fueron desalojados por orden judicial. Toda una historia para un lugar tan pequeño.
La llegada hasta el caché no ofreció ningún tipo de dificultades, pues aunque había un pequeño tramo off-road, se podía transitar perfectamente bien hasta el propio caché, con lo cual este era nuestro primer drive-in del día. Mientras Pepe y José se dedicaban al caché, yo me fui a hacer algunas fotos a lo que queda del pueblo, con ciertas precauciones, pues al comprobar que había furgonetas procedentes de países de Europa del Este, supuse que no seríamos, aunque temporales, los únicos moradores de este curioso lugar.
Firmamos y seguimos nuestro camino hacia El Escorial, como Felipe II. El caché que ahora nos ocupa (desde mi punto de vista fue el que menos me gustó de esta intensa jornada), GC17X7Z (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=01d08924-11eb-4a25-bfd1-c07aac015246), está junto a un mirador que hay entre los puertos de la Cruz Verde y de la Paradilla, en la misma M-505. Bonito nombre el de la Cruz Verde, aunque a más de uno solo le suene a insecticida. Este topónimo proviene del emblema del Santo Oficio (Inquisición) o de la Hermandad Vieja de Talavera, que hasta allí extendía sus dominios.
En este caché hay que aparcar el coche en el pequeño mirador (puede ser problemático a ciertas horas) y “tirarse al vacío”, no sin antes saltar un sólido muro de piedra, que para quien no sea experto en la materia de saltar muros, puede resultar, cuando menos, farragoso. Una vez superada la primera prueba, la segunda consiste en descender por una empinada, abrupta y resbaladiza ladera, pero con la condición de no hacerlo rodando. Y así, superando estas pequeñas dificultades, nos pudimos hacer enseguida con nuestro premio.
Ahora no quedaba más remedio que enfrentarnos con la temida cuesta, pero ascendiéndola, así que tuvimos que conectar el sistema de tracción total hasta llegar al muro, que resultó más infranqueable que a la ida, pues el desnivel que había que salvar en esta ocasión era mayor aún. Así que adoptando posturas indignas que prefiero no describir, conseguí “arrastrarme” cual reptil para cruzar al otro lado.
Desde el mirador nos deleitamos unos minutos contemplando las hermosas vistas que desde allí se divisaban, y cómo la M-505 se retuerce en su bajada del puerto de la Cruz Verde. Vimos una caravana enorme de 20 coches que circulaban lentamente tras un camión...
Antes de irnos no resistimos la tentación de satisfacer nuestra curiosidad visitando una especie de refugio-búnker que había justo enfrente de donde teníamos aparcado el coche, cruzando la M-505 en un sitio no muy recomendable (por el trazado en curva cerrada de esa zona), pero para el que tomamos las debidas precauciones.
Así que ni cortos ni perezosos nos adentramos por una especie de túnel que terminaba en una sala más amplia oscura y entonces nos asaltaron las dudas de porqué no habría sido escondido el caché en semejante sitio. Tal vez hubiera sido más complicado esconder algo de cierto tamaño, pero desde luego, hubiese sido mucho más vistoso, pues al tiempo que se detiene uno en el mirador, no sufre los efectos implacables de la cuesta por la que se accede al caché.
Una vez visitado el búnker, nos dispusimos a cruzar la carretera para volver al coche y... ¡oh, horror! el camión y los 20 coches, todos circulando como en una procesión religiosa motorizada, y es que este año, parece que la Semana Santa llega con adelanto. Así que esperamos pacientemente hasta que pasó el último y una vez comprobado que podíamos cruzar con seguridad, conseguimos finalmente volver al coche. Por último, antes de irnos, hicimos la correspondiente foto de nuestro particular descubrimiento.
GC132TF era el siguiente punto de nuestro camino (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d5ed877d-22e1-4956-b2f3-c3f005b6b5b4). Este caché está ubicado en el valle del río Cofio, junto a un colosal puente de 300 m de largo y hasta 60 de altura, que hace más llevadero el viaje por la M-505. Antes de existir este puente había que cruzar el Cofio por la carretera de Las Navas del Marqués a Santa María de la Alameda o por la de Robledo de Chavela a Valdemaqueda, o incluso, y ¿por qué no?¡a nado!
A partir de este caché, la carretera se adentra en tierras abulenses, cubiertas de pinares, por lo que su denominación y kilometraje se modifican, y de esta forma, aquella pasa a ser CL-505 y este empieza a contar desde las cercanías de Ávila, y no desde Las Rozas, como ocurre en el tramo madrileño, aunque este último hecho ha tenido lugar en épocas muy recientes (2007).
En este puente del que hablo, recuerdo que hasta hace unos años se practicaba el arriesgado deporte del puenting. Pensándolo bien, aquí el que hace deporte no es el que se tira “al vacío” –como dicen los periodistas-, sino la cuerda que tiene que frenar al sujeto en cuestión. Me imagino que la clausura de las improvisadas instalaciones se produjo a raíz de algún fatal desenlace, allá por el 2002, a tenor del ramo de flores que coronaban la barandilla del puente.
Lo peor de este caché es adentrarse en el valle del Cofio a través de una estrechísima puerta metálica que nos permitió comprobar que nuestras medidas no son 90-60-90, sino más bien 60-60-60. La verdad es que tendemos a ser un poco exagerados, porque en realidad yo pasé sin quitarme la mochila, pero sí que me quedó claro que a poco que uno tenga descontrolado su contorno torácico, se las tendrá que ingeniar para disponerse a una sesión de contorsionismo. En definitiva, creo que esta puerta es anticonstitucional y el que la puso incurrió en una grave negligencia, pues margina a un sector de la población... ¡o al contrario! tal vez sea educativa, al hacer fuertemente recomendable que los niños de hoy no sean obesos en el futuro y eviten comer marranadas varias.
Otra cosa que me sorprendió al llegar a la zona del caché fue un Renault R-12 volcado y con evidentes síntomas de llevar allí más de una década. Me surgieron dos preguntas inmediatamente: ¿cómo es posible que ese coche llegase hasta allí, a la vista de la inexistencia de caminos ni posibilidad alguna de circular con coche por los alrededores?; y por otro lado, ¿dónde demonios está la Agencia del Medio Ambiente para llevarse la inmunda chatarra? En fin, encontramos el caché, que ya era el cuarto del día y nos fuimos por el mismo camino que habíamos traído.
Nuestro siguiente tesoro se situaba en el vértice de Peña Rubia, GC156C5 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=52584c7f-293c-4fae-ad39-9261a0a28e73). A este lugar se llega tras unos 3 km de divertida sesión off-road por un camino en el que conviene ir atento, dado su estado variable (tramos rápidos y tramos delicados). Nosotros conseguimos la máxima aproximación hasta el caché y desde allí, en menos de cinco minutos llegamos al vértice.
Este era el primero de una larga serie de cachés que uBeTeam ha dispuesto por la zona. Tengo que decir en favor de este equipo que sus cachés son verdaderas obras de arte y que cuidan con esmero hasta el último detalle. El rigor y la calidad de estos cachés los hace ser, desde mi punto de vista, de los mejores que he visto, y desde estas líneas no puedo sino felicitar a sus dueños por el esfuerzo y trabajo que dedican a hacer de este juego una afición muy apetecible.
Bueno, por el camino hasta el vértice había que que tomar una serie de datos, que Pepe ya tenía de una jornada anterior, así que nos ahorró unos minutillos. Días antes, en casa, a los tres nos había tocado resolver un ingenioso crucigrama que los dueños del caché habían preparado cuidadosamente para que descubriésemos los nombres de los vértices geodésicos del término municipal de Las Navas del Marqués, al tiempo que obteníamos los valores de una serie de variables necesarias para el descubrimiento del siguiente caché de la serie. Así que Pepe nos comunicó las coordenadas finales de este nuevo caché, que ya era el sexto de hoy y de camino a la carretera, antes de llegar al asfalto, volvimos a hacer otra parada para llegar hasta el punto a partir del cual podíamos calcular la posición final del caché, GC12D13 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=73cd5e43-d09d-460f-a68f-5bf5b3462e97).
En ese sitio enseñamos a José cómo buscar un punto por coordenadas polares y rápidamente llegamos al lugar, encontrándonos un magnífico tupper de la marca Curver (¡mis favoritos!). Los cachés de uBeTeam también se caracterizan por estar exquisitamente repletos de objetos muy interesantes, y este hecho favorece que se mantenga el espíritu del juego como intercambio de pequeñas cosas. Y es que el concepto de “interesante”, aunque más o menos todos lo tenemos claro (no es interesante encontrarse una piedra o un cutter oxidado, como me ha llegado a pasar), es también en parte subjetivo, puesto que para algunas personas, puede estar muy bien encontrarse un simple salero, como fue mi caso en este caché.
De vuelta al coche y de vuelta a la M-505, nos fuimos rumbo a Las Navas del Marqués, en la zona próxima al castillo de Magalia y al convento de San Pablo, actualmente en proceso de restauración. Nos toca subir, aunque no es complicado el risco de Santa Ana, GC17390 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d1d4c6c9-7f35-47ee-909c-cb782881a08c), que es un cerrete pétreo próximo a las referidas edificaciones. Pensé que podríamos subir en coche casi hasta arriba, pero o me equivoqué de camino, o me equivoqué de coche, porque con el mío no vi claro cómo hacerlo, así que como la distancia era en cualquier caso breve, no dudamos en aparcar en el sitio más próximo y subir a patita para ver nuestro séptimo caché del día.
Desde ese lugar ya se divisaba nuestro siguiente objetivo: los molinos de la M-505, GC1702J (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=0496aed2-823b-4d18-bbd1-ef49e0223453). Este caché está situado en el extremo oriental del parque eolítico de Las Navas del Marqués. Se accede a él desde el propio pueblo o desde el puerto de la Lancha. Hace unos meses, llevé a cabo una ruta con luzdecruce (http://www.luzdecruce.tk), que discurre precisamente por lo alto del parque y por la ladera del arroyo Valtravieso. El parque se construyó en el 2002 y cuenta con 74 aerogeneradores. Cada uno de ellos tiene 45 m de altura y las palas miden 22,5 m. En su día, como tuve tiempo de observar el movimiento de las aspas detenidamente, deduje que la velocidad lineal de los extremos de estas era de 220 km/h.
Curiosamente, ese día intenté encontrar el caché, pero este no se hallaba disponible por cuestiones de mantenimiento. Hoy conseguiría completar lo que aquel día no fue posible. Pero antes de llegar al caché, no pude resistir la tentación de investigar hasta dónde llegaba la carretera que sale de Las Navas y va hacia el parque eolítico. Pues bien, esta carretera termina en una presa recién hecha, que recoge las aguas del citado arroyo, aguas abajo de donde ya existe la presa del embalse de Valtravieso.
Saciada la curiosidad, ahora sí, subimos finalmente al parque y encontramos de forma casi drive-in el caché. Como Pepe y José no conocían el parque, y el recorrido por la divisoria era espectacular al tiempo que muy rápido, recorrimos en coche los 9 km del parque, hasta el puerto de la Lancha. Desde allí bajamos por la AV-501 hasta Navalperal de Pinares y volvimos a tomar la CL-505 en sentido Madrid para hacer uno de los cachés que más tiempo nos llevaría hoy: el de Ciudad Ducal, GC1702X (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=453a3485-1b50-4aa6-a2b5-d2b908a32a52).
Este lugar es una urbanización privada lujosa que se inauguró en 1943 sobre parte de los terrenos de una duquesa. Concretamente ocupa unas 500 Ha y las parcelas más pequeñas tienen 0,2 Ha. En su tiempo era necesario pagar un peaje por visitar la urbanización. Hoy día la entrada es libre y merece mucho la pena demorarse un rato, como hicimos nosotros por tan bellos parajes. El caché que buscábamos ahora era de tipo multicaché, es decir, teníamos que ir tomando una serie de datos que obtendríamos de edificaciones y monumentos sitos en la urbanización.
Lo que más me sorprendió del lugar fue la atalaya que August Eiffel construyó en este pequeño paraiso, combinando armónicamente madera y metal, a finales del s. XIX. Se da la curiosidad de que cuenta con dos escaleras espirales desfasadas 180º. Al encontrarse una de ellas dispuesta más próxima a la entrada natural, se observa en su piso más desgaste que en el de la otra. Junto a la atalaya hay magníficas zonas de césped en las proximidades de la piscina comunitaria (solo para socios propietarios).
Algún gracioso se había dedicado al arte callejero modificando ligeramente el cartel que dirigía al aparcamiento y aunque habíamos dejado el coche junto a un bonito y clásico Citröen 2 CV, cuando llegamos de vuelta de la primera fase, comprobamos que los coches seguían sin aparearse... aunque, ¿quién sabe? a lo mejor los que se aparean son los que debido a la política de vivienda de los últimos 17 gobiernos no tienen otro sitio que el coche para dedicarse a los indignos menesteres lúbricos, y ¡qué mejor sitio que esta explanada dedicada a parking!
Desde allí nos dirigimos al lago, donde tuvimos que investigar una máquina que en su tiempo se dedicaba a impulsar el agua, y a continuación, seguimos bordeando el lago y posteriormente el embalse de Ciudad Ducal hasta las inmediaciones del caché, que encontramos muy cerca del último punto (unas curiosas ruedas dentadas). Allí hicimos la foto de familia de nuestros receptores GPS.
Al llegar al coche habíamos caminado 4,7 km y salvado 115 m de desnivel acumulado para llevar a cabo este caché. Sería el que más esfuerzo y tiempo nos llevaría hoy, pero mereció la pena, ¡y mucho!
A las 14.52 h llegábamos a nuestro siguiente destino: la estación de ferrocarril de La Cañada. Se trata de la estación de vía ancha situada a mayor altitud de España, próxima a los 1.400 m. Debido a la pendiente de los tramos aledaños, muchos de los antiguos trenes requerían dos locomotoras para ascender hasta aquí. Aprovechando también la fuerte pendiente, en este lugar se hicieron las pruebas de velocidad del Talgo, que llegó a alcanzar 135 km/h en 1944. Pues bien, el caché GC16WW7 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=91ebd6c4-6630-45c4-b082-ca428eff7041) consistía en tomar la lectura de la altitud que hay sobre una placa elíptica en la propia estación y desde ahí dar un “corto” paseo hasta la ubicación final.
Como Pepe había visto la foto spoiler, ni siquiera le fue necesario leer la altitud de la placa (además, ¡la había encontrado en internet!), y se dirigió directamente al caché, que encontró sin mayores problemas. Cuando extraímos el logbook, vi para mi deleite que era el mismo modelo que diseñé hace un año y pico para “Misterios sin resolver” (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=db7f89de-08e7-4643-8069-3a21933c2e08), y que un equipo maestro como uBeTeam utilice aunque sea este sencillo logbook es todo un honor para quien suscribe estas líneas. En mi letargo del geocaching, le envié todos los archivos necesarios relativos a los cachés que me adoptó, y el del logbook estaba entre ellos.
Cuando quisimos devolver el caché a su sitio apareció un geomuggle en la estación, que justo había dejado su maleta al lado de la placa de la altitud. Así que José y yo nos fuimos a donde tenía sus pertenencias (pensamos que de esa forma estaría más pendiente de la maleta que de Pepe, que mientras tanto, escondía con habilidad y disimulo el caché), y nos pusimos a hacer fotos y a hablar con objeto de centrar su atención sobre nosotros. Por suerte, apareció también una geomuggle, de su misma “quinta” (digamos que estaban ya un poco “usados” los dos), y todo fue más sencillo. Es probable que ni siquiera se percataran de la existencia de Pepe. Seguro que a día de hoy le preguntan por “ppcampillo” y no saben ni siquiera quién es ni cuántos cachés lleva visitados. ¡Qué vergüenza!
Ya nos iba quedando menos... En poco más de 15 minutos nos plantamos en el PK 14 de la CL-505, en la zona conocida como mirador de Valdelavía, desde el que se divisan unas soberbias, pero sobre todo, casi infinitas vistas del arroyo de la Pobeda y río de la Gaznata. Al final del todo se contemplaba el embalse del Burguillo, distante de nosotros más de 20 km, y justo tras él, la reserva natural del valle de Iruelas, en la zona de El Tiemblo y El Barraco. En término medio podíamos divisar El Herradón de Pinares, localidad abulense en la que hace unos años tuvieron lugar riadas catastróficas.
Mientras yo tomaba fotos del paisaje, mis compañeros ya habían encontrado el tesoro y procedían al intercambio y registro de su visita. En este caché, GC1702B (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d44856d5-8d41-47ad-8c41-5986e861b85d) tuvimos que tomar más datos necesarios para encontrar el siguiente y 12º del día, ya de camino a Madrid. Pero eran las 15.20 h y teníamos un problema. Al siguiente caché llegaríamos sobre las 15.30 h y desde él hasta Las Rozas no tardaríamos mucho más de 45 minutos, con lo cual no podríamos llevar a cabo el último del día, pues se requería que, por la naturaleza del caché, su búsqueda se llevase a cabo durante la noche.
Así que de camino al Gallo Kirico, GC174H7 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=61c4dd20-5d6f-4ac4-b8df-1160c47c4e49) utilizamos el comodín de la llamada para solicitar las coordenadas de dos nuevos cachés que se habían publicado entre Peguerinos y el puerto de Guadarrama y que ninguno de nosotros tres teníamos en nuestro ya largo historial. Además, al haber sido publicados días antes era probable que fuésemos sus primeros visitantes.
Del caché GC174H7 hay poco que decir. Es un contenedor de tamaño micro cuyas coordenadas se obtienen en otros dos cachés que ya habíamos visitado a lo largo del día. Llama la atención la forma en la que está podado el árbol que da nombre al caché, y poco más.
Al llegar a Las Navas del Marqués nuevamente tomamos una carretera local que va hacia Peguerinos y ya en esta curiosa y elevada población abulense, tomamos la pista asfaltada que se dirige hacia la zona de los campings, hasta llegar al collado que dicen de la Mina o de la Cierva. El primero de los dos (luego serían tres...) cachés que íbamos a buscar en este entorno era el del cerro de la Salamanca, GC19X3J (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=07170424-c57e-44a3-a2c9-f4e836cbe857), muy próximo a un refugio de montaña homónimo. El ascenso fue corto, pero intenso. El día presentaba una temperatura agradable, pero en esta zona, el fuerte viento hacía que la sensación térmica fuera de cierto frío.
Contábamos con el inconveniente de no disponer de las fotos spoiler de los cachés que ahora buscábamos. Tan sólo teníamos sus coordenadas. Pero entre los tres no podía ser difícil, y además eran cachés de tamaño normal, así que afortunadamente no tardamos en encontrar el primero de los tesoros, a eso de las 16.35 h. Bajamos hasta el collado nuevamente tras la firma e intercambio y como nos seguía sobrando tiempo, José y yo subimos a Cabeza Líjar (1824 m), donde se juntan Madrid, Ávila y Segovia en un vértice-búnker, para que él pudiese registrar un caché que yo ya tenía en mi currículum: GCH0YT (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=c7d00f90-f1f9-48a6-b368-0d78f1ea6187).
Mientras tanto, Pepe se quedaba descansando en el coche, pues la ciática que padece desde hacía unos días le empezó a molestar en la bajada del cerro de la Salamanca. Desde Cabeza Líjar las vistas son sorprendentes. Se divisa toda la Cuerda Larga, la Pedriza, la sierra de la Cabrera, el cerro de San Pedro y por supuesto, desde Villalba a Madrid una infinita y densa red de pueblos y urbanizaciones que se extienden sobre el tejido más “ricamente” poblado de la Comunidad de Madrid. Las vistas hacia San Rafael y El Espinar tampoco son despreciables. Este caché, que no contaba en mi lista, ya era el 14º del día para José.
Para visitar el siguiente, Cerro Piñonero (GC19XAA, http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=3403ba42-3572-4008-a7e6-0228d815f270), tuvimos que coger el coche hasta el collado de la Gasca y desde allí disfrutar de un corto paseo (1 km) hasta la cima del cerro, para encontrar un caché tan interesante y exquisitamente cuidado como el del cerro de la Salamanca.
En ambos casos fuimos los primeros en descubrir estos cachés. Eran las 17.45 h y hasta las 19.15 h todavía quedaba tiempo suficiente para ir hasta Las Rozas tranquilamente, repostar por el camino y merendar algo antes de iniciar el que sería nuestro último caché del día, el 15º: las estrellas en la dehesa de Navalcarbón, GC15ARJ (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=6ea2dd5f-3182-4a58-bc8b-3197f8d1ae5b).
La peculiaridad de este caché consiste en que el camino hasta el escondite final se encuentra balizado mediante unas pequeñas chinchetas reflectantes clavadas en algunos árboles de este parque. Las coordenadas iniciales te envían a la zona próxima a la primera de las chinchetas y desde allí, iluminando convenientemente el entorno próximo hay que ir buscando las sucesivas marcas que conducen a la posición final del caché.
El problema que tuvimos es que iniciamos la búsqueda en condiciones crepusculares, con lo cual, las dianas apenas reflejaban visiblemente la luz que proyectábamos sobre ellas. De hecho, las primeras marcas las encontramos por el método de la fuerza bruta, que consiste en peinar árbol por árbol toda la zona.
Llegados a un punto en el que no fuimos capaces de seguir, nos quedamos un buen rato atascados en uno de los tramos. La situación era llamativa a los ojos de los visitantes del parque: tres señores, dos de ellos con linternas y otro con un frontal cuya luz violeta se emitía de forma intermitente, buscaban algo con cierta ansiedad en los troncos de los árboles. Un grupo de visitantes no pudo resistir la tentación de preguntarnos qué estábamos buscando, y como me pareció oportuno, por aquello de las horas vespertinas a las que estábamos, les solté un improvisado rollo ornitológico, por el cual, una persona en su sano juicio hubiese pensado que nosotros habríamos perdido el nuestro.
Pues bien, nuestros peculiares geomuggles, lejos de cejar en su obstinado empeño de saber qué malditos demonios hacíamos allí, siguieron insistiendo en satisfacer su curiosidad y yo seguí insistiendo explicándoles que con la luz intermitente era posible detectar excrementos y restos líquidos de ciertas especies de aves difíciles de ver en el parque (me faltó hablarles del “pinzón de Las Rozas”, una especie en peligro de extinción...). Ver para creer.
Tras el divertido incidente (en el que casi soy yo el que se mea, pero de la risa), las condiciones de oscuridad eran ya suficientes para ir avanzando con rapidez, y de hecho, la mitad final del recorrido la llevamos a cabo en menos de dos minutos, razón por la cual se nos hizo extremadamente corta y amena esta parte del camino, y todos los allí presentes convinimos en que nos hubiese gustado un recorrido mucho mayor, de 150 dianas... ¡por lo menos!
En cualquier caso, es uno de los cachés más originales y entretenidos que he visto, y es que su autor (Jesús alias “Churro”), pone una dedicación y esmero en sus cachés, que los convierte en verdaderas obras de arte del geocaching.
Así, a las 19.56 h poníamos punto y final a esta maratoniana jornada de geocaching, que a buen seguro, deja un listón casi inalcanzable en cuanto a número de cachés visitados en un día (15 o 16), pero sobre todo deja un listón muy alto en lo que respecta a entretenimiento, diversión y compañía agradable. Ojalá dentro de poco podamos disfrutar de otra jornada tan afable.
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1 comentario:
RAUL: ME HA PARECIDO UN RELATO MUY ENTRETENIDO, Y , AUNQUE NO SE NADA DEL GEOCATCHING, SUENA MUY DIVERTIDO.
UN SALUDO FUERTE
JESÚS
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