sábado, 8 de marzo de 2008

Jornada de geocaching: la ruta 505

Hoy había planificado una ambiciosa expedición que consistía en la visita a 13 cachés en el entorno que forma el eje de la carretera M-505 / CL-505 desde Madrid hasta las inmediaciones de Ávila. La ruta contaba con todos los ingredientes que requería una jornada que, cuando la acabamos, pudo considerarse histórica, al no tener constancia de ningún jugador en el interior de la Península que haya visitado 15 cachés (16 en el caso de José “Hagall” y 11 en el caso de Pepe “ppcampillo”) en una sola jornada y sin tratarse de cachés urbanos.

Pero ya estoy adelantando cómo se desarrollarían los hechos, y de momento, me limitaré a comentar que entre los ingredientes a los que me refería justo antes cabe destacar: una meticulosa planificación antes de salir, mucha navegación a lo largo de los 250 km recorridos en coche, infinidad de pequeños y no tan pequeños recorridos a pie, que en su totalidad computaron 14,4 km y 600 m de desnivel acumulado, y como no podía ser de otra forma en estos casos, varias dosis de conducción off-road, en tramos muy diversos sin asfaltar, algunos más técnicos y otros más rápidos.

A nuestro encuentro habitual en las inmediaciones de mi domicilio se sumaba Pepe a las 8.30 h en Ciudad Universitaria. Tras la protocolaria presentación (pues ni José ni yo conocíamos personalmente a Pepe, aunque sí sabíamos de sus andanzas y actividades en este pequeño mundo del geocaching), nos pusimos rumbo al primer caché (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=520fe80b-ca8e-4ed5-9b2a-c77aa1b9eeea) , en las inmediaciones del PK 20 de la A-6 (GC17KR5).

De este caché se dice que tuvo un nacimiento complicado, pues quien aprueba la publicación web de los cachés en España no daba crédito a que un jugador, por experimentado que estuviese, hubiera colocado un caché en “toel” medio de la A-6, y es que a poco que se tenga desarrollada esa escasa facultad que es la imaginación, los resultados y planteamientos que se materializan en este juego llegan a ser sorprendentes.

Desgraciadamente, el secreto profesional me impide revelar los detalles de este caché, así como publicar fotos que pusieran de manifiesto su disposición. Tan sólo me atrevería a decir que, en un momento de insomnio durante la noche anterior y tras la revisión de mapas y ortofotos, me creí en disposición de saber dónde se podía ocultar el caché e “iluminar” de esta forma a mis compañeros. Sin embargo, aunque la iluminación era un punto clave de este caché, mis previsiones fueron sumamente desacertadas, aunque en cualquier caso, rápidamente me pude formar unas nuevas en cuanto llegamos al lugar del crimen.

Si en ese punto nos hubieran hablado de todos los trasiegos que nos tocaría llevar a cabo en lo que quedaba de día, tal vez nos hubiéramos dado la vuelta sin dudarlo y hubiésemos seguido durmiendo plácidamente, pero como la ignorancia suele ofrecernos la peculiaridad de hacernos perder el miedo, en cuanto registramos nuestra visita en este comprometido caché, que como ya digo, está justo en el medio de la A-6, seguimos adelante hacia Navalquejigo, en las inmediaciones de Galapagar.

Nuestro siguiente objetivo, GC154G9, también del mismo autor que el anterior (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=b43f9a11-73d8-4632-a0f4-3d95ac914462) se halla en el casco histórico de este núcleo de población que, aunque otrora disfrutó de las visitas de reyes, ahora no es sino un conjunto de casas abandonadas presididas por una bonita iglesia que aún se conserva en buen estado.

Navalquejigo cuenta con una iglesia-fortaleza del s. XIII. Dicen que Felipe II cambiaba de caballería en el viaje Madrid-El Escorial. Los primeros asentamientos datan del s. XII-XIII. En el s. XVI alcanza su esplendor, con 250 habitantes (el doble que El Escorial). A mediados del s. XVIII es término municipal independiente, aunque un siglo después pasa a depender de Galapagar, como anejo. A finales del s. XIX pertenece a El Escorial y finalmente, en 1930 se abandona. En los últimos años ha sido rehabitado por “okupas” hasta que hace poco fueron desalojados por orden judicial. Toda una historia para un lugar tan pequeño.

La llegada hasta el caché no ofreció ningún tipo de dificultades, pues aunque había un pequeño tramo off-road, se podía transitar perfectamente bien hasta el propio caché, con lo cual este era nuestro primer drive-in del día. Mientras Pepe y José se dedicaban al caché, yo me fui a hacer algunas fotos a lo que queda del pueblo, con ciertas precauciones, pues al comprobar que había furgonetas procedentes de países de Europa del Este, supuse que no seríamos, aunque temporales, los únicos moradores de este curioso lugar.

Firmamos y seguimos nuestro camino hacia El Escorial, como Felipe II. El caché que ahora nos ocupa (desde mi punto de vista fue el que menos me gustó de esta intensa jornada), GC17X7Z (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=01d08924-11eb-4a25-bfd1-c07aac015246), está junto a un mirador que hay entre los puertos de la Cruz Verde y de la Paradilla, en la misma M-505. Bonito nombre el de la Cruz Verde, aunque a más de uno solo le suene a insecticida. Este topónimo proviene del emblema del Santo Oficio (Inquisición) o de la Hermandad Vieja de Talavera, que hasta allí extendía sus dominios.

En este caché hay que aparcar el coche en el pequeño mirador (puede ser problemático a ciertas horas) y “tirarse al vacío”, no sin antes saltar un sólido muro de piedra, que para quien no sea experto en la materia de saltar muros, puede resultar, cuando menos, farragoso. Una vez superada la primera prueba, la segunda consiste en descender por una empinada, abrupta y resbaladiza ladera, pero con la condición de no hacerlo rodando. Y así, superando estas pequeñas dificultades, nos pudimos hacer enseguida con nuestro premio.

Ahora no quedaba más remedio que enfrentarnos con la temida cuesta, pero ascendiéndola, así que tuvimos que conectar el sistema de tracción total hasta llegar al muro, que resultó más infranqueable que a la ida, pues el desnivel que había que salvar en esta ocasión era mayor aún. Así que adoptando posturas indignas que prefiero no describir, conseguí “arrastrarme” cual reptil para cruzar al otro lado.

Desde el mirador nos deleitamos unos minutos contemplando las hermosas vistas que desde allí se divisaban, y cómo la M-505 se retuerce en su bajada del puerto de la Cruz Verde. Vimos una caravana enorme de 20 coches que circulaban lentamente tras un camión...

Antes de irnos no resistimos la tentación de satisfacer nuestra curiosidad visitando una especie de refugio-búnker que había justo enfrente de donde teníamos aparcado el coche, cruzando la M-505 en un sitio no muy recomendable (por el trazado en curva cerrada de esa zona), pero para el que tomamos las debidas precauciones.

Así que ni cortos ni perezosos nos adentramos por una especie de túnel que terminaba en una sala más amplia oscura y entonces nos asaltaron las dudas de porqué no habría sido escondido el caché en semejante sitio. Tal vez hubiera sido más complicado esconder algo de cierto tamaño, pero desde luego, hubiese sido mucho más vistoso, pues al tiempo que se detiene uno en el mirador, no sufre los efectos implacables de la cuesta por la que se accede al caché.

Una vez visitado el búnker, nos dispusimos a cruzar la carretera para volver al coche y... ¡oh, horror! el camión y los 20 coches, todos circulando como en una procesión religiosa motorizada, y es que este año, parece que la Semana Santa llega con adelanto. Así que esperamos pacientemente hasta que pasó el último y una vez comprobado que podíamos cruzar con seguridad, conseguimos finalmente volver al coche. Por último, antes de irnos, hicimos la correspondiente foto de nuestro particular descubrimiento.

GC132TF era el siguiente punto de nuestro camino (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d5ed877d-22e1-4956-b2f3-c3f005b6b5b4). Este caché está ubicado en el valle del río Cofio, junto a un colosal puente de 300 m de largo y hasta 60 de altura, que hace más llevadero el viaje por la M-505. Antes de existir este puente había que cruzar el Cofio por la carretera de Las Navas del Marqués a Santa María de la Alameda o por la de Robledo de Chavela a Valdemaqueda, o incluso, y ¿por qué no?¡a nado!

A partir de este caché, la carretera se adentra en tierras abulenses, cubiertas de pinares, por lo que su denominación y kilometraje se modifican, y de esta forma, aquella pasa a ser CL-505 y este empieza a contar desde las cercanías de Ávila, y no desde Las Rozas, como ocurre en el tramo madrileño, aunque este último hecho ha tenido lugar en épocas muy recientes (2007).

En este puente del que hablo, recuerdo que hasta hace unos años se practicaba el arriesgado deporte del puenting. Pensándolo bien, aquí el que hace deporte no es el que se tira “al vacío” –como dicen los periodistas-, sino la cuerda que tiene que frenar al sujeto en cuestión. Me imagino que la clausura de las improvisadas instalaciones se produjo a raíz de algún fatal desenlace, allá por el 2002, a tenor del ramo de flores que coronaban la barandilla del puente.

Lo peor de este caché es adentrarse en el valle del Cofio a través de una estrechísima puerta metálica que nos permitió comprobar que nuestras medidas no son 90-60-90, sino más bien 60-60-60. La verdad es que tendemos a ser un poco exagerados, porque en realidad yo pasé sin quitarme la mochila, pero sí que me quedó claro que a poco que uno tenga descontrolado su contorno torácico, se las tendrá que ingeniar para disponerse a una sesión de contorsionismo. En definitiva, creo que esta puerta es anticonstitucional y el que la puso incurrió en una grave negligencia, pues margina a un sector de la población... ¡o al contrario! tal vez sea educativa, al hacer fuertemente recomendable que los niños de hoy no sean obesos en el futuro y eviten comer marranadas varias.

Otra cosa que me sorprendió al llegar a la zona del caché fue un Renault R-12 volcado y con evidentes síntomas de llevar allí más de una década. Me surgieron dos preguntas inmediatamente: ¿cómo es posible que ese coche llegase hasta allí, a la vista de la inexistencia de caminos ni posibilidad alguna de circular con coche por los alrededores?; y por otro lado, ¿dónde demonios está la Agencia del Medio Ambiente para llevarse la inmunda chatarra? En fin, encontramos el caché, que ya era el cuarto del día y nos fuimos por el mismo camino que habíamos traído.

Nuestro siguiente tesoro se situaba en el vértice de Peña Rubia, GC156C5 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=52584c7f-293c-4fae-ad39-9261a0a28e73). A este lugar se llega tras unos 3 km de divertida sesión off-road por un camino en el que conviene ir atento, dado su estado variable (tramos rápidos y tramos delicados). Nosotros conseguimos la máxima aproximación hasta el caché y desde allí, en menos de cinco minutos llegamos al vértice.

Este era el primero de una larga serie de cachés que uBeTeam ha dispuesto por la zona. Tengo que decir en favor de este equipo que sus cachés son verdaderas obras de arte y que cuidan con esmero hasta el último detalle. El rigor y la calidad de estos cachés los hace ser, desde mi punto de vista, de los mejores que he visto, y desde estas líneas no puedo sino felicitar a sus dueños por el esfuerzo y trabajo que dedican a hacer de este juego una afición muy apetecible.

Bueno, por el camino hasta el vértice había que que tomar una serie de datos, que Pepe ya tenía de una jornada anterior, así que nos ahorró unos minutillos. Días antes, en casa, a los tres nos había tocado resolver un ingenioso crucigrama que los dueños del caché habían preparado cuidadosamente para que descubriésemos los nombres de los vértices geodésicos del término municipal de Las Navas del Marqués, al tiempo que obteníamos los valores de una serie de variables necesarias para el descubrimiento del siguiente caché de la serie. Así que Pepe nos comunicó las coordenadas finales de este nuevo caché, que ya era el sexto de hoy y de camino a la carretera, antes de llegar al asfalto, volvimos a hacer otra parada para llegar hasta el punto a partir del cual podíamos calcular la posición final del caché, GC12D13 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=73cd5e43-d09d-460f-a68f-5bf5b3462e97).

En ese sitio enseñamos a José cómo buscar un punto por coordenadas polares y rápidamente llegamos al lugar, encontrándonos un magnífico tupper de la marca Curver (¡mis favoritos!). Los cachés de uBeTeam también se caracterizan por estar exquisitamente repletos de objetos muy interesantes, y este hecho favorece que se mantenga el espíritu del juego como intercambio de pequeñas cosas. Y es que el concepto de “interesante”, aunque más o menos todos lo tenemos claro (no es interesante encontrarse una piedra o un cutter oxidado, como me ha llegado a pasar), es también en parte subjetivo, puesto que para algunas personas, puede estar muy bien encontrarse un simple salero, como fue mi caso en este caché.

De vuelta al coche y de vuelta a la M-505, nos fuimos rumbo a Las Navas del Marqués, en la zona próxima al castillo de Magalia y al convento de San Pablo, actualmente en proceso de restauración. Nos toca subir, aunque no es complicado el risco de Santa Ana, GC17390 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d1d4c6c9-7f35-47ee-909c-cb782881a08c), que es un cerrete pétreo próximo a las referidas edificaciones. Pensé que podríamos subir en coche casi hasta arriba, pero o me equivoqué de camino, o me equivoqué de coche, porque con el mío no vi claro cómo hacerlo, así que como la distancia era en cualquier caso breve, no dudamos en aparcar en el sitio más próximo y subir a patita para ver nuestro séptimo caché del día.

Desde ese lugar ya se divisaba nuestro siguiente objetivo: los molinos de la M-505, GC1702J (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=0496aed2-823b-4d18-bbd1-ef49e0223453). Este caché está situado en el extremo oriental del parque eolítico de Las Navas del Marqués. Se accede a él desde el propio pueblo o desde el puerto de la Lancha. Hace unos meses, llevé a cabo una ruta con luzdecruce (http://www.luzdecruce.tk), que discurre precisamente por lo alto del parque y por la ladera del arroyo Valtravieso. El parque se construyó en el 2002 y cuenta con 74 aerogeneradores. Cada uno de ellos tiene 45 m de altura y las palas miden 22,5 m. En su día, como tuve tiempo de observar el movimiento de las aspas detenidamente, deduje que la velocidad lineal de los extremos de estas era de 220 km/h.

Curiosamente, ese día intenté encontrar el caché, pero este no se hallaba disponible por cuestiones de mantenimiento. Hoy conseguiría completar lo que aquel día no fue posible. Pero antes de llegar al caché, no pude resistir la tentación de investigar hasta dónde llegaba la carretera que sale de Las Navas y va hacia el parque eolítico. Pues bien, esta carretera termina en una presa recién hecha, que recoge las aguas del citado arroyo, aguas abajo de donde ya existe la presa del embalse de Valtravieso.

Saciada la curiosidad, ahora sí, subimos finalmente al parque y encontramos de forma casi drive-in el caché. Como Pepe y José no conocían el parque, y el recorrido por la divisoria era espectacular al tiempo que muy rápido, recorrimos en coche los 9 km del parque, hasta el puerto de la Lancha. Desde allí bajamos por la AV-501 hasta Navalperal de Pinares y volvimos a tomar la CL-505 en sentido Madrid para hacer uno de los cachés que más tiempo nos llevaría hoy: el de Ciudad Ducal, GC1702X (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=453a3485-1b50-4aa6-a2b5-d2b908a32a52).

Este lugar es una urbanización privada lujosa que se inauguró en 1943 sobre parte de los terrenos de una duquesa. Concretamente ocupa unas 500 Ha y las parcelas más pequeñas tienen 0,2 Ha. En su tiempo era necesario pagar un peaje por visitar la urbanización. Hoy día la entrada es libre y merece mucho la pena demorarse un rato, como hicimos nosotros por tan bellos parajes. El caché que buscábamos ahora era de tipo multicaché, es decir, teníamos que ir tomando una serie de datos que obtendríamos de edificaciones y monumentos sitos en la urbanización.

Lo que más me sorprendió del lugar fue la atalaya que August Eiffel construyó en este pequeño paraiso, combinando armónicamente madera y metal, a finales del s. XIX. Se da la curiosidad de que cuenta con dos escaleras espirales desfasadas 180º. Al encontrarse una de ellas dispuesta más próxima a la entrada natural, se observa en su piso más desgaste que en el de la otra. Junto a la atalaya hay magníficas zonas de césped en las proximidades de la piscina comunitaria (solo para socios propietarios).

Algún gracioso se había dedicado al arte callejero modificando ligeramente el cartel que dirigía al aparcamiento y aunque habíamos dejado el coche junto a un bonito y clásico Citröen 2 CV, cuando llegamos de vuelta de la primera fase, comprobamos que los coches seguían sin aparearse... aunque, ¿quién sabe? a lo mejor los que se aparean son los que debido a la política de vivienda de los últimos 17 gobiernos no tienen otro sitio que el coche para dedicarse a los indignos menesteres lúbricos, y ¡qué mejor sitio que esta explanada dedicada a parking!

Desde allí nos dirigimos al lago, donde tuvimos que investigar una máquina que en su tiempo se dedicaba a impulsar el agua, y a continuación, seguimos bordeando el lago y posteriormente el embalse de Ciudad Ducal hasta las inmediaciones del caché, que encontramos muy cerca del último punto (unas curiosas ruedas dentadas). Allí hicimos la foto de familia de nuestros receptores GPS.

Al llegar al coche habíamos caminado 4,7 km y salvado 115 m de desnivel acumulado para llevar a cabo este caché. Sería el que más esfuerzo y tiempo nos llevaría hoy, pero mereció la pena, ¡y mucho!

A las 14.52 h llegábamos a nuestro siguiente destino: la estación de ferrocarril de La Cañada. Se trata de la estación de vía ancha situada a mayor altitud de España, próxima a los 1.400 m. Debido a la pendiente de los tramos aledaños, muchos de los antiguos trenes requerían dos locomotoras para ascender hasta aquí. Aprovechando también la fuerte pendiente, en este lugar se hicieron las pruebas de velocidad del Talgo, que llegó a alcanzar 135 km/h en 1944. Pues bien, el caché GC16WW7 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=91ebd6c4-6630-45c4-b082-ca428eff7041) consistía en tomar la lectura de la altitud que hay sobre una placa elíptica en la propia estación y desde ahí dar un “corto” paseo hasta la ubicación final.

Como Pepe había visto la foto spoiler, ni siquiera le fue necesario leer la altitud de la placa (además, ¡la había encontrado en internet!), y se dirigió directamente al caché, que encontró sin mayores problemas. Cuando extraímos el logbook, vi para mi deleite que era el mismo modelo que diseñé hace un año y pico para “Misterios sin resolver” (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=db7f89de-08e7-4643-8069-3a21933c2e08), y que un equipo maestro como uBeTeam utilice aunque sea este sencillo logbook es todo un honor para quien suscribe estas líneas. En mi letargo del geocaching, le envié todos los archivos necesarios relativos a los cachés que me adoptó, y el del logbook estaba entre ellos.

Cuando quisimos devolver el caché a su sitio apareció un geomuggle en la estación, que justo había dejado su maleta al lado de la placa de la altitud. Así que José y yo nos fuimos a donde tenía sus pertenencias (pensamos que de esa forma estaría más pendiente de la maleta que de Pepe, que mientras tanto, escondía con habilidad y disimulo el caché), y nos pusimos a hacer fotos y a hablar con objeto de centrar su atención sobre nosotros. Por suerte, apareció también una geomuggle, de su misma “quinta” (digamos que estaban ya un poco “usados” los dos), y todo fue más sencillo. Es probable que ni siquiera se percataran de la existencia de Pepe. Seguro que a día de hoy le preguntan por “ppcampillo” y no saben ni siquiera quién es ni cuántos cachés lleva visitados. ¡Qué vergüenza!

Ya nos iba quedando menos... En poco más de 15 minutos nos plantamos en el PK 14 de la CL-505, en la zona conocida como mirador de Valdelavía, desde el que se divisan unas soberbias, pero sobre todo, casi infinitas vistas del arroyo de la Pobeda y río de la Gaznata. Al final del todo se contemplaba el embalse del Burguillo, distante de nosotros más de 20 km, y justo tras él, la reserva natural del valle de Iruelas, en la zona de El Tiemblo y El Barraco. En término medio podíamos divisar El Herradón de Pinares, localidad abulense en la que hace unos años tuvieron lugar riadas catastróficas.

Mientras yo tomaba fotos del paisaje, mis compañeros ya habían encontrado el tesoro y procedían al intercambio y registro de su visita. En este caché, GC1702B (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=d44856d5-8d41-47ad-8c41-5986e861b85d) tuvimos que tomar más datos necesarios para encontrar el siguiente y 12º del día, ya de camino a Madrid. Pero eran las 15.20 h y teníamos un problema. Al siguiente caché llegaríamos sobre las 15.30 h y desde él hasta Las Rozas no tardaríamos mucho más de 45 minutos, con lo cual no podríamos llevar a cabo el último del día, pues se requería que, por la naturaleza del caché, su búsqueda se llevase a cabo durante la noche.

Así que de camino al Gallo Kirico, GC174H7 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=61c4dd20-5d6f-4ac4-b8df-1160c47c4e49) utilizamos el comodín de la llamada para solicitar las coordenadas de dos nuevos cachés que se habían publicado entre Peguerinos y el puerto de Guadarrama y que ninguno de nosotros tres teníamos en nuestro ya largo historial. Además, al haber sido publicados días antes era probable que fuésemos sus primeros visitantes.

Del caché GC174H7 hay poco que decir. Es un contenedor de tamaño micro cuyas coordenadas se obtienen en otros dos cachés que ya habíamos visitado a lo largo del día. Llama la atención la forma en la que está podado el árbol que da nombre al caché, y poco más.

Al llegar a Las Navas del Marqués nuevamente tomamos una carretera local que va hacia Peguerinos y ya en esta curiosa y elevada población abulense, tomamos la pista asfaltada que se dirige hacia la zona de los campings, hasta llegar al collado que dicen de la Mina o de la Cierva. El primero de los dos (luego serían tres...) cachés que íbamos a buscar en este entorno era el del cerro de la Salamanca, GC19X3J (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=07170424-c57e-44a3-a2c9-f4e836cbe857), muy próximo a un refugio de montaña homónimo. El ascenso fue corto, pero intenso. El día presentaba una temperatura agradable, pero en esta zona, el fuerte viento hacía que la sensación térmica fuera de cierto frío.

Contábamos con el inconveniente de no disponer de las fotos spoiler de los cachés que ahora buscábamos. Tan sólo teníamos sus coordenadas. Pero entre los tres no podía ser difícil, y además eran cachés de tamaño normal, así que afortunadamente no tardamos en encontrar el primero de los tesoros, a eso de las 16.35 h. Bajamos hasta el collado nuevamente tras la firma e intercambio y como nos seguía sobrando tiempo, José y yo subimos a Cabeza Líjar (1824 m), donde se juntan Madrid, Ávila y Segovia en un vértice-búnker, para que él pudiese registrar un caché que yo ya tenía en mi currículum: GCH0YT (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=c7d00f90-f1f9-48a6-b368-0d78f1ea6187).

Mientras tanto, Pepe se quedaba descansando en el coche, pues la ciática que padece desde hacía unos días le empezó a molestar en la bajada del cerro de la Salamanca. Desde Cabeza Líjar las vistas son sorprendentes. Se divisa toda la Cuerda Larga, la Pedriza, la sierra de la Cabrera, el cerro de San Pedro y por supuesto, desde Villalba a Madrid una infinita y densa red de pueblos y urbanizaciones que se extienden sobre el tejido más “ricamente” poblado de la Comunidad de Madrid. Las vistas hacia San Rafael y El Espinar tampoco son despreciables. Este caché, que no contaba en mi lista, ya era el 14º del día para José.

Para visitar el siguiente, Cerro Piñonero (GC19XAA, http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=3403ba42-3572-4008-a7e6-0228d815f270), tuvimos que coger el coche hasta el collado de la Gasca y desde allí disfrutar de un corto paseo (1 km) hasta la cima del cerro, para encontrar un caché tan interesante y exquisitamente cuidado como el del cerro de la Salamanca.

En ambos casos fuimos los primeros en descubrir estos cachés. Eran las 17.45 h y hasta las 19.15 h todavía quedaba tiempo suficiente para ir hasta Las Rozas tranquilamente, repostar por el camino y merendar algo antes de iniciar el que sería nuestro último caché del día, el 15º: las estrellas en la dehesa de Navalcarbón, GC15ARJ (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=6ea2dd5f-3182-4a58-bc8b-3197f8d1ae5b).

La peculiaridad de este caché consiste en que el camino hasta el escondite final se encuentra balizado mediante unas pequeñas chinchetas reflectantes clavadas en algunos árboles de este parque. Las coordenadas iniciales te envían a la zona próxima a la primera de las chinchetas y desde allí, iluminando convenientemente el entorno próximo hay que ir buscando las sucesivas marcas que conducen a la posición final del caché.

El problema que tuvimos es que iniciamos la búsqueda en condiciones crepusculares, con lo cual, las dianas apenas reflejaban visiblemente la luz que proyectábamos sobre ellas. De hecho, las primeras marcas las encontramos por el método de la fuerza bruta, que consiste en peinar árbol por árbol toda la zona.

Llegados a un punto en el que no fuimos capaces de seguir, nos quedamos un buen rato atascados en uno de los tramos. La situación era llamativa a los ojos de los visitantes del parque: tres señores, dos de ellos con linternas y otro con un frontal cuya luz violeta se emitía de forma intermitente, buscaban algo con cierta ansiedad en los troncos de los árboles. Un grupo de visitantes no pudo resistir la tentación de preguntarnos qué estábamos buscando, y como me pareció oportuno, por aquello de las horas vespertinas a las que estábamos, les solté un improvisado rollo ornitológico, por el cual, una persona en su sano juicio hubiese pensado que nosotros habríamos perdido el nuestro.

Pues bien, nuestros peculiares geomuggles, lejos de cejar en su obstinado empeño de saber qué malditos demonios hacíamos allí, siguieron insistiendo en satisfacer su curiosidad y yo seguí insistiendo explicándoles que con la luz intermitente era posible detectar excrementos y restos líquidos de ciertas especies de aves difíciles de ver en el parque (me faltó hablarles del “pinzón de Las Rozas”, una especie en peligro de extinción...). Ver para creer.

Tras el divertido incidente (en el que casi soy yo el que se mea, pero de la risa), las condiciones de oscuridad eran ya suficientes para ir avanzando con rapidez, y de hecho, la mitad final del recorrido la llevamos a cabo en menos de dos minutos, razón por la cual se nos hizo extremadamente corta y amena esta parte del camino, y todos los allí presentes convinimos en que nos hubiese gustado un recorrido mucho mayor, de 150 dianas... ¡por lo menos!

En cualquier caso, es uno de los cachés más originales y entretenidos que he visto, y es que su autor (Jesús alias “Churro”), pone una dedicación y esmero en sus cachés, que los convierte en verdaderas obras de arte del geocaching.

Así, a las 19.56 h poníamos punto y final a esta maratoniana jornada de geocaching, que a buen seguro, deja un listón casi inalcanzable en cuanto a número de cachés visitados en un día (15 o 16), pero sobre todo deja un listón muy alto en lo que respecta a entretenimiento, diversión y compañía agradable. Ojalá dentro de poco podamos disfrutar de otra jornada tan afable.

domingo, 2 de marzo de 2008

Ruta de senderismo en Gascones

Hoy era la sexta vez que iba a llevar a cabo una excursión con luzdecruce partiendo desde la estación de ferrocarril abandonada de Gascones-Buitrago. Cuando descubrí este lugar, hace ahora un año y poco, me quedé sorprendido de la red de caminos y pistas forestales con que cuenta este privilegiado rincón de la sierra madrileña y es que, probablemente hay más de 150 km de vías de comunicación restringidas al tráfico y que se adentran en un bosque infinito de pinos enhiestos, testigos silenciosos de la falta de visitantes que a buen seguro disfrutarían muy mucho de los múltiples y variados recorridos que se pueden efectuar por la zona comprendida entre los puertos de Somosierra y de Navafría.


Y es que con Gascones, como suelo decir, siempre se acierta. Sea verano, sea invierno, haya niebla o haga calor, cualquier tiempo es siempre el mejor para dejarse caer por estos pagos.

La excursión del día apenas tenía 15 km de longitud y algo más de 500 m de desnivel. De vez en cuando apetece llevar a cabo jornadas relajadas y esta, sin duda, era una de ellas, apta para casi cualquier persona que cuente con una mínima forma física.

Habíamos quedado a las 10.30 h en la estación, pero como todos los asistentes (21) nos encontrábamos desde unos minutos antes ya dispuestos y “availables”, decidimos iniciar la excursión sin más demora a eso de las 10.21 h.

El primer tramo de la ruta es común a todas las que se organizan partiendo desde la estación. Se trata de un camino despejado de vegetación, que discurre entre las dehesas de la Mata y del Roblazgo. En el primer cruce tomamos a la derecha para bordear el cerro de la Cabeza (1394 m), y antes de seguir ascendiendo, al llegar a la altura del PR-38, volvimos a girar a la derecha para descender hacia el arroyo de la Trocha en el entorno idílico del no menos idílico molino del Vadillo.


En este curioso lugar hicimos una parada de varios minutos para contemplar una ilusión óptica natural y es que las aguas del canal conocido como reguera de Gascones parecen fluir contracorriente. Es decir, aparentemente, y para la mayoría de nosotros, el agua se aproximaba hacia donde estábamos, cuando realmente, el sentido del flujo era opuesto. Los responsables de esta ilusión óptica son la perspectiva cónica y las líneas naturales del terreno circundante que, por su inclinación notable, contribuyen a realzar el efecto óptico que hace que percibamos erróneamente el sentido del canal.


De hecho, llegamos a dudar hasta tal punto que muchos de nosotros decidimos acercarnos hasta el propio canal, cruzando el arroyo de la Trocha, para comprobar empíricamente que, como decía Platón, nuestros sentidos nos engañan. Así que con un resto de excremento sólido de ganado bovino llegamos a dos conclusiones: la primera es que los excrementos sólidos, convenientemente desecados, flotan en el agua; y la segunda es que estos fluyen según el sentido de la corriente. La tercera conclusión ya nos la dirá el paisano que abra el grifo y observe atónito como el líquido elemento lleva partículas en suspensión... Dios quiera que este canal sea para riegos y que la vaca no tuviese gastroenteritis.


Desprendidos (me asaltaron las dudas de si era “desechos” o “deshechos”, así que tuve que cambiar de palabra...) ya de nuestros prejuicios ópticos, retornamos a la ruta por un camino, al principio asfaltado, que asciende paralelamente al referido arroyo en este punto.


1,5 km después abandonamos el camino para tomar una senda abandonada que se dirigiría a la casa forestal de Santuil. La dificultad intrínseca de esta senda estribaba en su acceso, pues para tomarla era necesario cruzar el arroyo de la Trocha utilizando para ello un tronco a modo de puente. No era complicado, pues yo crucé el primero, y eso que soy un poco torpe..., pero sí requería una cierta concentración y equilibrio, y en cualquier caso, con la ayuda de la mano amiga, que en mi caso tendió Noelia, era totalmente seguro cruzar por este punto.


Bien es cierto que no había muchas más ocasiones para cruzar el arroyo, que no iba muy crecido pero que sí suponía cierto estorbo al caminante. Así que formando una cadena humana, quien así lo deseó, procedimos a superar esta dificultad. Una vez reunidos al otro lado del riachuelo, comenzamos una corta, pero intensa ascensión inmersos en un pinar tan denso que apenas sí dejaba ver el cielo en esta zona.


La siguiente etapa de la ruta discurría por pistas en mucho mejor estado pero que, ante la falta de tránsito por ellas, se hallaban cubiertas de una ligera vegetación, que nos hace intuir que tal vez en pocos años sea complicado caminar por estos confines del bosque. Así que con nuestra pequeña contribución espero que hayamos prolongado aunque sea ligeramente la esperanza de vida de estos bonitos y solitarios caminos.

Poco después del mediodía llegamos a un clásico de la zona: la casa forestal de Santuil, que ya otras veces nos ha visto deambular por el lugar. Como se aproximaba la hora de la comida y no habíamos destinado parada al efecto hasta entonces, decidimos llevar a cabo la comida en la idílica pradera que se forma a las faldas de la casa.

Estábamos a 1600 m de altitud, muchos en manga corta y otros a punto de descamisarse, y el Sol atizaba de lo lindo. Parecía increíble que un 2 de marzo estuviéramos padeciendo tan riguroso e implacable calor a semejante altitud.

50 minutos después de haber llegado a la pradera y tras una agradable comida, decidimos llevar a cabo la parte final de la ruta. Para ello, dimos una pequeña vuelta por las pistas que circundan la casa forestal y tomamos el PR-38 nuevamente hacia el sur en la zona conocida como Quiñones de la Nava y después, Quiñones del Pie.


En este punto, los integrantes de la ruta habían impuesto un ritmo elevado de marcha y todo presagiaba que concluiríamos la ruta con cierto adelanto sobre el horario previsto. Al final, entre risas, pero siempre a buen paso, y con un sol de justicia que parecía cebarse con nosotros, enviándonos toda la intensidad de sus rayos, concluimos la ruta algo antes de las 15.00 h, después de 3.29 h andando y 1.11 h de paradas. Habíamos caminado 14,7 km a 4,3 km/h y en total ascendimos y bajamos 555 m, justo 5 m más de lo previsto.


Como colofón a esta bonita excursión, nos dirigimos a Buitrago del Lozoya, donde aliviamos nuestra sed en la ya conocida para nosotros plaza de la Constitución. Como no podía ser de otra forma, domingo y buen tiempo eran los ingredientes fundamentales para un cóctel que casi no pudimos tomar por no contar con asientos suficientes en número para todos nosotros. El lugar se hallaba tan concurrido que no fue sino la mendicidad de unas sillas la que nos permitió sentarnos mientras tomábamos la correspondiente bebida.

En definitiva, un agradable día y una no menos agradable compañía con la que pudimos disfrutar más aún de tan bonitos lugares. Si te ha gustado el relato y quieres participar en nuestras aventuras, apúntate: http://www.luzdecruce.tk. No te arrepentirás.

sábado, 1 de marzo de 2008

Jornada geocachística al sureste de la capital

Durante los días precedentes había estado diseñando una intensa jornada geocachística que llevaríamos a cabo Jose (Hagall) y quien suscribe. Consistía en un ambicioso proyecto que nos llevaría a la visita de 11 cachés al sureste de la capital, empezando en las propias afueras de esta y concluyendo en algún olivar perdido a medio camino entre Morata de Tajuña y Arganda del Rey. De esta forma, batiría mi anterior marca personal de 10 cachés visitados en un día, lo cual es complicado en la zona centro de la península, y especialmente cuando ya se cuenta con una cierta cantidad de cachés visitados, como es mi caso. Mi cuentakilómetros empezaba hoy en 309 cachés encontrados.

Puntual, como siempre, acudía Jose al punto de encuentro ya habitual para nosotros en Alonso Cano, a eso de las 8.20 AM. A esas horas todavía contábamos con un ambiente fresco tirando a frío, que recomendaba no ir muy ligero en cuanto a indumentaria se refiere, especialmente si se estaba dejando atrás un trastorno digestivo-intestinal, cuyo desarrollo se había prolongado desde hacía casi dos semanas.

El primer caché que nos disponíamos visitar GC141FR (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?wp=GC141FR&Submit6=Find) se encuentra en un pequeño reducto del ciclópeo cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, si bien, y como no podía ser de otra forma, su ubicación no estaba en ningún nicho ni lápida, sino en un elemento que formaba parte del mobiliario público o común del cementerio (por suerte, a esas horas intempestivas, no nos interceptó nadie que nos dijese, como nos había ocurrido dias atrás en el parque Juan Carlos I, que estábamos en un lugar “privado”).

Encontramos el caché rápidamente, firmamos y nos fuimos con la misma rapidez, tanta... que debido a ella tal vez y a un pequeño error de cálculo, casi mando directamente al cementerio un pequeño y esmirriado árbol que se encontraba sujeto mediante tres mástiles metálicos verdes, mientras me disponía a dar marcha atrás para salir del aparcamiento del cementerio. Sospecho que no es la primera vez que alguien impactaba contra el árbol porque, y esto no es por eximirme de la responsabilidad que me corresponde, hay que decir que estaba tan integrado en el paisaje y tan “en medio del aparcamiento”, que apenas sí se veía, y por tanto, era fácil descuidarse y chocar contra él. Por suerte para el árbol y para el coche, no hubo desperfectos visibles; tan solo, esperemos que el próximo visitante que choque contra el árbol lo enderece un poco...

Desde este caché nos fuimos al parque de Valdebernardo, GC1707J (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=9d2b36e4-4d53-4cde-a8c0-c8caccbd3e7f), que queda junto a la entrada de Faunia y el Centro de Transfusiones de la Comunidad de Madrid. Aún era pronto, pero ya empezábamos a disfrutar de un sol, que horas más tarde sería verdaderamente radiante.

Como soy “perro viejo” en esto del geocaching y había leído logs de este caché que me hacían pensar en posibles irregularidades en cuanto a su planteamiento, decidí contactar con otro “perro viejo” del geocaching el día antes para que me aclarase en la medida de sus posibilidades, la ubicación final del tesoro, pues se trataba de un multicaché cuyas etapas intermedias no parecían ser del todo claras. Pues bien, con la inestimable ayuda de esta persona, conseguimos dar con el escondite en pocos minutos y proceder a la firma protocolaria. El parque nos gustó mucho, parece uno de esos sitios agradables que tenemos tan al alcance de la mano en Madrid, pero que no sabemos descubrir salvo que alguien nos brinde una oportunidad tan apetecible como era la de encontrar este caché.

Teníamos todavía mucho trabajo por hacer, así que nos pusimos manos a la obra y de nuevo al coche rumbo al cerro Almodóvar, GC17FRG (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=f7b2557d-4d17-49a4-a1ad-9f0f52fe3cae). Cuántas veces no habremos pasado por la A-3 en la zona de Santa Eugenia y no nos habremos fijado en el cerro testigo que queda al NE de la autovía, donde se pueden contemplar algunas antenas de comunicaciones y un vértice geodésico. Pues bien, lo bonito es subir hasta allí, y como a lo largo de mi vida en la universidad me tocó estar tres años en el Campus Sur, que era donde se cursaban los estudios de topografía, un amigo y yo ya nos quitamos la espinita de subir a este cerro (en horas lectivas, por supuesto), tan próximo a la referida escuela, en más de una ocasión, allá por 1994. Él tenía un Volkswagen Santana y yo un Talbot Horizon y creo que con ambos subimos hasta lo alto del cerro.


Emulando viejos tiempos, Jose y yo intentamos meternos con el coche por el camino por el que otrora llevaba a cabo la subida con mi amigo Emilio. Sin embargo, en esta ocasión no fue posible, por la cantidad de obras, vallas y zanjas, así como el propio mal estado del camino. He observado una degradación muy acentuada del cerro en los últimos años, lo cual me produce un inmenso desasosiego, especialmente al pensar en las posibilidades que ofrece este cerro testigo, como testigo (valga la redundancia) de la atroz evolución urbanística que ha sufrido esta zona de Madrid en tiempos recientes. Es una lástima que, sencillamente, no se haga un parque, tal como se ha hecho en otros lugares de Madrid emblemáticos. Acondicionado el lugar con paseos, fuentes, zonas de juegos y árboles, evitaría que el cerro Almodóvar siguiese en su línea de deterioro más que notable.

A nosotros nos tocó subir el cerro a patita por el camino más corto que, también era el de mayor pendiente. Hubo algún tramo algo escabroso, pero nada que no pudiéramos superar conectando el sistema de tracción a las cinco patas (y por favor, que nadie piense mal).

El caché estaba donde todo el mundo diría que tenía que estar, así que nosotros quedamos encantados, por lo rápido que lo encontramos... tanto como esperábamos. Firmamos y nos fuimos no sin antes subir unos metros más hasta la mesa del cerro y hacer algunas fotos que encajaron a la perfección en una bonita panorámica.

Tras ello, volvimos a la A-3 rumbo a Rivas-Vaciamadrid para explorar otro cerro testigo, en esta ocasión, el del Telégrafo, GC1837P (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=27128f9e-7abb-4e23-8c56-40b30360d1eb). El autor de este caché nos brindaba la posibilidad de llevar a cabo una visita guiada por el cerro, de unos 2 km, tomando una serie de datos que nos permitieran determinar la ubicación final del tesoro, al tiempo que disfrutábamos de unas vistas privilegiadas y a veces escalofriantes (ver fotos), en una mañana en la que ya no apetecía llevar chaqueta.


Una de las cosas que más me gusta del geocaching es la navegación de punto a punto. Es fantástico encontrar gracia en el juego incluso en los desplazamientos intermedios entre caché y caché, sobre todo si requiere atravesar una ciudad casi tan grande como Nueva York, en este caso Rivas-Vaciamadrid. Probablemente, la ciudad neoyorquina no se haya expandido tanto en tan poco tiempo; no en vano, Rivas ostenta el título de ser la ciudad europea que más ha crecido en menos tiempo.


Pues bien, utilizando la cartografía vectorial de los dos “garmines” que llevábamos era una gozada moverse por esas calles, todas iguales, de una macrourbanización totalmente desconocida para mí. Llegamos al punto inicial, aparcamos y nos fuimos al segundo punto, que era donde pensábamos que teníamos que tomar el primer dato. Sin embargo, al llegar allí nos dimos cuenta que el primer dato realmente eran dos datos y se tenían que tomar junto al punto donde estaba aparcado el coche... un error de principiantes. Menos mal que solo tuvimos que desandar 200 m.


Fuimos resolviendo todas las variables satisfactoriamente, salvo una en la que la mente del ingeniero se empeñó en complicar las cosas y nos produjo ciertas dudas, que luego se deshicieron por lógica al efectuar los cálculos finales. Hay que decir que el planteamiento de este caché es exquisito, y el autor del mismo ha debido poner un gran esfuerzo en su cuidada realización. Encontrado el caché, firmado y llevado a cabo el protocolario intercambio, nos dirigimos nuevamente al coche porque aunque llevábamos ya cuatro cachés, lo cual empezaba a ser una cifra respetable, todavía nos quedaban otros siete más, y esta ya era una cifra exagerada como para andarse divagando sin tener claro qué hacer en cada momento. No obstante, las cosas habían ido bien hasta ahora, e igualmente, íbamos bien de tiempo.


Nuestra siguiente parada estaba en la “catedral” que Justo Gallego está construyendo en Mejorada del Campo. Esta monumental obra requería un caché y por suerte, alguien también pensó lo mismo y llevó a cabo su materialización, GC12J0B (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=47b67647-9aaf-44bd-ba42-8f8d72669d8b). A diferencia de lo que pensaba antes de conocer el lugar, me imaginaba que la catedral se ubicaría a las afueras del pueblo, o bien, en mitad del campo, pero mi asombro (y parte de él ya tuvo lugar en las jornadas precedentes mientras planificaba esta excursión), se debía a que la catedral está en el propio casco de Mejorada, rodeada de viviendas.


No vimos a Justo, pero sí pudimos entrar y resolver las variables que necesitábamos, mientras unos chicos jóvenes trabajaban en la obra transportando material en unas carretillas. El edificio es espectacular y creo que muy digno de ver, se entienda o no de arquitectura, y se sea o no religioso. Dispone incluso de un claustro en el centro del cual hay un monolito que tuvimos que observar.


Sinceramente no creo que veamos terminada esta faraónica obra, al menos a corto o medio plazo, pero quién sabe... cualquier monumento de estas características grandiosas lleva décadas y décadas de trabajo, y si solo son algunas las personas que de forma parcialmente desinteresada se dedican a su construcción, puede llevar cientos de años su conclusión.


Una vez resueltas las variables nos dirigimos con el coche hasta el lugar cercano (a unos 2 km por calles, pero solo 0,5 en línea recta), donde estaba escondido el tesoro, junto a una torre de alta tensión. Antes de llegar a este punto, que está en un polígono industrial, dejamos junto al lugar donde aparcamos a la guardia civil de tráfico que estaba despachándose a gusto con una “fregoneta” ocupada por varios individuos de etnia gitana. Me imagino que les estarían tratando de convencer de las ventajas e inconvenientes que tiene contar con un seguro del automóvil y de lo arriesgado que puede ser transportar a los “churumbeles” cogidos en los brazos de su madre, sin la correspondiente fijación apropiada a su reducido tamaño.

Pues bien, la guardia civil a 60 m del caché, y nosotros dando vueltas a la torreta de electricidad pensando que el tesoro estaría en algún hueco de su estructura (cada día somos más pardillos... ¡o queremos morir electrocutados!, y es que yo creo que tanta tecnología nos acaba aborregando y neutralizando la zona del cerebro que se dedica al pensamiento). ¡Quién en su sano juicio escondería un caché en una torre de alta tensión? ¡Y quién iba a aprobar la publicación de este caché?

Aunque ahora que lo recuerdo, me viene a la memoria el caso de un caché en el parque regional del sureste, que sí está ubicado en una torre de electricidad, si bien, no parece que sea de alta tensión (lo cual tampoco sé si es gran consuelo... pues casi prefiero morir instantáneamente que carbonizarme poco a poco).

Más surrealista que estos pensamientos improductivos era la imagen de los dos geocachers desde la posición donde estaba la guardia civil. Uno de ellos se dedicaba a lanzar al aire un muñeco con una bolsa a modo de paracaídas, para comprobar que su mecanismo funcionaba correctamente, mientras el otro manipulaba una serie de objetos que se encontraban dentro de una caja sospechosa que estaba oculta por piedras. Casi parece un milagro que los agentes del orden no dejasen tranquilos a los gitanillos y vinieran a investigar qué demonios estábamos haciendo.

Desde Mejorada hasta Velilla de San Antonio no hay más que un paso, pero por si acaso se alargaba el viaje, decidimos llevarlo a cabo en coche. Ahora llegaba el momento 4x4 del día. El siguiente caché, el 6º y 315 de mi total, era GC17YD1 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=db59ed4b-7457-4d9f-9318-28405e0a68bb), junto al lugar conocido como Soto del Grillo. Este caché está ubicado junto a una laguna en la que antes debió de existir una gravera. Hasta la misma se accede por una pista de tierra perfectamente conservada que parte de Velilla y que da acceso a algunas casas de campo aisladas y otras explotaciones ganaderas que hay por la zona. La última parte del camino es algo más inapropiada para un turismo normal, pero eligiendo con cuidado dónde se pisa, es posible llegar hasta la laguna sin mayores problemas, especialmente, si el terreno está seco. Imagino que en época de lluvias debe de haber barrizales de bigotes en estas planicies.


El sitio donde se ubica el caché es sumamente tranquilo. Desde allí hay una privilegiada vista de la ermita del Cristo de Rivas, que se asienta sobre el convento de los Mercedarios Descalzos, de estilo herreriano y que estaba construido sobre la antigua ermita dedicada a Santa Cecilia (s. XIII), hoy conocida como ermita del Cristo de Rivas. Esto se debe a que el duque de Rivas del Jarama trasladó allí la imagen del Cristo de los Afligidos, que fue destruido en la guerra civil y sustituido por otro semejante.


Junto a la ermita habíamos pasado antes de llegar a Mejorada, viniendo desde Rivas-Vaciamadrid. Se me olvidaba decir que justo antes de la ermita se pasa junto a Ribas del Jarama, que otrora fue un núcleo de población como otro cualquiera y del que ya no quedan salvo restos (en 1954 el término municipal de Ribas del Jarama y Rivas-Vaciamadrid se fundieron en uno).


Una vez encontrado el caché, que nos sorprendió por su tamaño mayor de lo normal y por la cantidad de cosas interesantes que albergaba (así da gusto el juego), procedimos a firmar e intercambiar, y sin más dilaciones, dirigirnos hacia el siguiente caché del parque.

Como el lugar dispone de una red de caminos limitada, que habíamos estudiado con detalle antes, fue necesario planificar con una ortofoto la estrategia a seguir para minimizar los recorridos a pie. La planificación es un ingrediente fundamental en este juego. Sin embargo, una barrera con la que no contábamos, en mitad del camino conocido como “particular de Corsini” nos impidió llevar el coche al punto concreto donde pensábamos dejarlo, sin que ello, por otro lado, supusiera grave trastorno para nuestros planes. Así que aparcamos y echamos a andar por un camino que tenía indicaciones de “prohibido el paso”, pero a las que no prestamos mayor importancia, pues no llegamos a tener la sensación de que ese camino fuera realmente privado, y en cualquier caso, no vimos nadie por la zona, que nos mostrara las escrituras de propiedad del referido camino.

El siguiente caché que vimos, GC17YCN (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=e6b175fc-f94b-4c6b-bcd9-ec91af88df4a) se encontraba al norte de las lagunas del Raso que, como la anterior, son fruto de antiguas graveras. Por lo distante del caché a las lagunas y por la gran cantidad de vegetación ripárea, así como lo ultraplano de la zona (aquí casi habría que hablar de microtopografía del relieve), no llegamos a ver el agua relativamente cerca y tampoco entendimos muy bien porqué se ubicó allí el caché y no en una zona más próxima al borde de la laguna.

En cualquier caso, la ubicación del caché hizo que este fuera fácil de encontrar, y cuando lo abrimos, nos recibieron un montón de cables que estaban cuidadosamente recogidos en correspondientes bolsitas de congelación. Así, casi se podía decir que este era un caché temático de cables. La verdad es que da gusto encontrarse cachés como los que Marino y Silvia han dispuesto en esta área del parque.

Siguiendo con nuestra estrategia de minimizar recorridos, nos encaminamos ahora hacia la margen del río Jarama, para buscar GC17YCV (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=ad02ebad-303e-4abd-a7a6-85575c7acdff). Este caché tuvo una ubicación inicial en la que ya no estaba desde hacía algunos meses. No obstante, como el referido lugar se encontraba de camino en nuestro viaje hacia su nueva ubicación, decidimos acercarnos para ver dónde se escondió por primera vez. Se trataba de un amontonamiento de cantos rodados que rodeaban un árbol de cierto porte (cuando alguien habla de “cierto algo”, siempre le asaltan las dudas de saber a qué demonios se refiere con lo de “cierto”, pero sea como fuere, es una palabra que suele quedar bien, ¿o no?). ¡¡El caso es que era un árbol muy tocho!!

Unos 300 m más adelante llegamos al lugar donde estaba el nuevo escondite: un pequeño apartadero que se dirige hacia el Jarama y cuyas coordenadas te envían casi directamente al río, teniendo que atravesar un tupido zarzal. Como los visitantes anteriores no lo habían encontrado y el sentido común nos indicaba que nadie en su sano juicio podía haber escondido un caché en semejante lugar, sin más demoras decidimos utilizar el comodín de la llamada y ponernos en contacto directamente con su propietario, quien nos dio unas indicaciones precisas de la ubicación del escondite. Hay que decir que las coordenadas discrepaban 12 m de las publicadas en el sitio web. Esta diferencia podía ser admisible si se tenía en cuenta el eximente de que la zona estaba ocupada por densa arboleda que apenas dejaban resquicios de cielo por donde captar una señal mínimamente razonable.


Ahora bien, tanto Jose con su Vista C como yo con el HCX decidimos tomar una medida de la posición del punto del caché durante algo más de 10 minutos y ambos obtuvimos exactamente el mismo valor final, a pesar de que los receptores fueron mostrando distintas indicaciones no coincidentes entre sí a lo largo del proceso de medida.

Tal vez unas coordenadas más precisas, pero sobre todo, una foto spoiler hagan de este caché algo más sencillo de buscar, pues su ubicación no es del todo convencional, al encontrarse dentro de un profundo agujero que en otro tiempo tuvo que hacer las veces de madriguera. En estos casos, el garrote excarcelador de cachés, ya clásico, es una herramienta fundamental del jugador.

Sea como fuere y problemas aparte, conseguimos dar con otro de los generosos tuppers que Marino ha dispuesto por el parque, y ello fue motivo reconfortante para seguir algo más de 1 km hasta el último caché de esta serie.

Concretamente ahora buscábamos GC17YCY (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=60232195-80be-451e-92d4-3dad3f6d7ac6), que se hallaba al norte del camino de Corsini y al sur del primero de los cachés de la serie. Cuando llegamos al lugar donde nos indicaba el GPS, nos llevamos las manos a la cabeza, pues aquel berenjenal de piedras era un auténtico mar de cantos rodados donde el caché podía estar escondido en casi cualquier parte.

Así que antes de que cundiera el desánimo, unos con garrote y otros con artefactos al uso, cuales tejas, nos dispusimos a remover casi uno por uno todos los bolos hasta que finalmente, cundió el desánimo y tras casi media hora de búsqueda infructuosa, decidimos llamar nuevamente a Marino. En esta ocasión su ayuda no fue tan determinante como en el caso anterior, pero sea como fuere, nos ayudó a limitar la búsqueda a una zona topográficamente más reducida, en la que tras unos pocos minutos finalmente encontramos el caché, muy oculto en un lecho de piedras, donde, de no remover una a una todas las del entorno, es muy difícil, por no decir imposible, percibir su presencia.


Firmamos y nos dirigimos hacia el coche, donde almorzamos (los que no lo habían hecho hasta ahora...) de forma frugal y campestre. ¿Qué más se puede pedir para ser feliz? A esa hora ya teníamos unos primaverales 19 o 20ºC, que nos hacían pensar que aunque aún nos encontrábamos en pleno invierno, los rigores del mismo (que este año apenas sí hemos padecido), quedaban ya relativamente alejados.

Llevábamos ya nueve cachés en un tiempo record y aun nos quedaban dos más para rematar esta jornada histórica del geocaching.

Al llegar a las proximidades del entronque entre las M-300 y la A-3 nos despistamos, pues existe un tramo de carretera nuevo que no constaba en la cartografía con que contábamos, y sin darnos cuenta, íbamos por la M-506, así que decidimos cambiar sobre la marcha el orden de la visita de los dos últimos cachés del día.

Íbamos ahora al PK 37 de la M-506, donde pretendíamos visitar GC15C33 (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=569b8b65-da1f-4799-b3c7-0c6669de16e4). Este caché se encuentra en el entorno de un puente que otrora cruzaba el Jarama, pero no llegó a resistir una riada en 1947, cuando solo contaba con 21 añitos de edad. Parece que el Jarama no consiente que le cubran con puentes y de hecho, el actual que lo sustituye tiene los cimientos notablemente al descubierto debido a la erosión fluvial en este punto.

La búsqueda del caché fue caótica. Nos obcecamos en rastrear insistentemente el punto 0, hasta que al final triunfó el sentido común, o mejor dicho, lo poco que aún nos queda de él, y decidí buscar el caché donde la lógica imponía... y no digo más porque si no desvelaría tal vez el secreto que su propietario desea guardar respecto al escondite.

En este caché encontré dos objetos especialmente útiles para mí, así que no dudé en tomarlos, dejando a cambio otros dos objetos que espero sean al menos de similar utilidad para otro jugador.

Y tras despedirnos de lo que quedaba del puente, nos dirigimos finalmente a Morata de Tajuña, donde tomaríamos la M-313 hacia Arganda del Rey con objeto de visitar el 11º y último caché del día: GC13KMA (http://www.geocaching.com/seek/cache_details.aspx?guid=67d3ca76-06bb-449a-a313-7162d0e0fd19). Nadie sabe muy bien porqué está este caché aquí. Ante las reiteradas preguntas que se han planteado en el sitio web del caché, su dueño no ha mostrado respuesta hasta ahora. Por suerte, había planeado cuidadosamente el acceso al caché por caminos mediante las correspondientes ortofotos, y aunque el firme no estaba bien en general, pudimos aproximarnos hasta unos 300 m del caché, dejando el coche aparcado en mitad de los olivares en los que se encuentra inmerso el caché.


Posteriormente, y ya llegando al caché, vimos huellas de un turismo normal y nos asaltaron entonces las dudas de por dónde demonios se habría metido aquella persona, pues evidentemente por el ancho del neumático no se trataba de un 4x4 ni mucho menos... sino más bien de un R-4!!

Al llegar al caché nos encontramos el típico ejemplo de caché en el que se ceba la dejadez: contenido execrable, falta de libreta de registro, tapa rota, etc. En la medida de mis posibilidades, contribuí a mejorar sus condiciones dejando una libreta de registro, material de escritura y un CD y un cassette de audio para ambientar un poco tan inhóspito paraje.


Y así, poco después de las 16.00 h concluía esta intensa jornada geocachística que tras 120 km en coche y 10,9 km a patita, nos había permitido batir mi record por un caché y encontrar un total de 11 tesoros en una agradable excursión, y con unas condiciones meteorológicas prácticamente ideales para el ejercicio de este juego.